Escribe Walter Ernesto Celina
CONSIDERACIÓN PRELIMINAR
Los éxitos sucesivos de todo gran artista tienen, por primer efecto, sostenerlo en la memoria de sus contemporáneos con cierto grado de intensidad. El retiro del personaje de la escena, su desaparición y el transcurso inexorable del tiempo, hacen que la memoria colectiva lo difumine. El recuerdo se atomiza.
A diferencia de lo antes dicho, la gloria deviene por la trascendencia de la obra, por las cualidades óptimas de la personalidad, por la manera de gravitar en el medio de que se trate y por la propiedad de verterse más allá de él. Tratándose de un artista popular, por la aptitud para tocar la raíz de los sentimientos de una sociedad.
A esta especie pertenece el cantante rioplatense Carlos Gardel.
Por detrás de las luces que fueron coronando su inmenso e inagotable prestigio, escondidos en una penumbra cada vez más marcada, quedan los capítulos de los esfuerzos y las tensiones cotidianas, del entramado de las relaciones con los colaboradores directos -algunos perdidos para siempre en el anonimato- y algo ligado a la misma suerte del artista: la estrategia que hace al rumbo de su navegación, inseparable de la suerte de la empresa.ta especie pertenece el cantante rioplatense Carlos Gardel.
Existe una literatura amplia -no siempre disponible- de memorias, crónicas, entrevistas, etc., que han legado muchos actores del tango. Algunas de ellas dan cuenta de la forma tenaz con que El Zorzal Criollo ascendería, peldaño a peldaño, la escalera que lo ubicaría en el punto cenital de su carrera.
Me acogeré para esta reflexión a un reportaje que ya he comentado en parte, que vio luz en el Diario “El Día”, de Montevideo, con fecha 24 .06.1975 Fue concedido por uno de los pianistas de Gardel en Nueva York: el uruguayo Abraham Thevenet.
DE JOINVILLE A LONG ISLAND
Antes, ocuparé unos instantes para establecer qué elementos subyacen en la hora en que Carlos Gardel decide dar los pasos hacia al pináculo de su labor profesional, asociando voz y estampa al séptimo arte.
Cuando parte para Nueva York, en los estudios de la Paramount, de Joinville (Francia), había filmado: En mayo de 1931, Luces de Buenos Aires (con música del uruguayo Gerardo Matos Rodríguez); en setiembre de 1932, Espérame, y poco después, La casa es seria (cortometraje). En noviembre finaliza el ciclo con Melodía de arrabal.
Se propone dar un salto cualitativo y va a la conquista de Broadway. Llega el jueves 28 de diciembre de 1932. Temperatura de 25 grados centígrados bajo cero.
-¡Ché, qué frío! ¡Rajemos, viejo; todavía estamos a tiempo! Esto habría dicho Gardel.
En el muelle 57 una ligera comitiva lo aguardaba.
Abraham Thevenet recordará dos nombres esenciales de este grupo: los músicos Terig Tucci (argentino) y Hugo Mariani (otro uruguayo).
Numerosos artistas latinoamericanos y rioplatenses estaban integrados a la meca del espectáculo en que se había transformado la ciudad, en la costa este de los EE.UU. Era la misma que se sacudiera e hiciera crujir al planeta con la caída de bolsa de valores, en 1929.
Sobre los recordados giros de Rodolfo Valentino, en Los cuatro jinetes de la Apocalipsis, Carlos Gardel llegaba para imprimir en la pantalla de plata un género de comedia musical, de matriz cultural rioplatense.
Bullían en su cabeza proyectos audaces para un medio distinto a todos los antes recorridos. El tango no estaba en el centro de los escenarios neoyorquinos. El actor avanzaba hacia los 50 años. No ejercía el dominio del idioma inglés. Su voz comenzaba a resentirse. Aspiraba a ganar todo lo que colmara sus necesidades vitales para después que cerrara su actividad. Asimismo, brindar a Doña Bertha Gardés una ancianidad segura.
El pianista uruguayo Thevenet en 1975 abríó el libro de sus recuerdos. De su mano es posible recalar en muchos aspectos de las costumbres y trabajos El Zorzal Criollo.
En los espacios venideros me detendré en su valioso testimonio.-
walter.celina@adinet.com.uy - 13 .03.2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario