jueves, 30 de julio de 2009

PÁGINAS GARDELIANAS

TESTIMONIO DEL PIANISTA NEOYORKINO DE “EL MAGO”
-I-

Escribe Walter Ernesto Celina
EXHUMACIÓN DE ANTECEDENTES VALIOSOS


Concluyo esta fase de las notas que he rotulado “Páginas Gardelianas”, con un aporte que fracciono en dos contribuciones.
El objeto periodístico de esta pequeña serie ha sido difundir hechos reveladores de la vida y personalidad de Carlos Gardel, trayendo a la superficie testimonios que han quedado esparcidos en páginas de prensa.
Obviamente, se trata de elementos fehacientes del multicolor registro que nos legara el gran maestro del canto rioplatense.
Desde este preciso ángulo, su rescate ha de servir a quienes realizan investigación histórica, iluminando aspectos menos conocidos o difusos, todo lo cual ha de concurrir a la construcción de la más exacta biografía del artista. Incluidos los aspectos vinculados a su nacionalidad.
Abraham Thevenet dio su testimonio para el Diario “El Día”, de Montevideo, el 24 de junio de 1975. El recorte de página me ha sido proporcionado por un entrañable amigo: el académico Aníbal Barrios Pintos.
Cabe señalar que los recuerdos de la etapa neoyorkina del maestro Thevenet son de una gran frescura. Su propio rostro, captado para el reportaje, lo muestra con el aspecto de un octogenario de ojos brillantes y sonrisa abierta. Su exposición es minuciosa.

¿QUIÉN ERA ABRAHAM THEVENET?

Thevenet realiza estudios en Montevideo con el eminente Luis Sambucetti (1). En 1924 emigra a Estados Unidos para perfeccionarse. Integrado al mundo profesional, acompañó -como pianista- al ballet negro de Katherine Mary Dunham (2), así como a la cantante de blues Helen Morgan. Décadas después, se instala en España. Regresará a Montevideo en 1956.
En Estados Unidos actúa como integrante del conjunto orquestal que acompaña a Carlos Gardel en los filmes “El día que me quieras” y “Tango bar”.

GARDEL MANIFIESTA SER URUGUAYO

El reportaje al músico compatriota se inicia con estas manifestaciones tajantes:
“La noche que lo conocí en Nueva York, apenas supo que era uruguayo, Gardel me dijo:
-Yo también soy uruguayo.
Me reí y le contesté:
-¡Qué va ser uruguayo Ud.!
Y él, muy cordial pero serio, insistió:
-Sí, nací en Montevideo..., en la calle Rondeau.
Después siguió hablando cómo le gustaba venir a aquí (a Montevideo. W.E.C.) y andar por 18 de Julio, ir a Maroñas, ver a los amigos. Y me acuerdo que nos contó:
-Estoy edificando una casa para mi “vieja” en Punta Gorda.”
Y continúa Thevenet:
“Pero en los meses siguientes nunca más volvió a decirme que éramos compatriotas. Sólo una noche lo hizo y estoy seguro que mencionó la calle Rondeau.”

URUGUAYOS ACOMPAÑAN A GARDEL

Relata el entrevistado en otro pasaje:
“Era en 1934. Yo tocaba en el cabaret y restaurante latino “El Chico”, en Sheridan Square, una plaza de Greenwich Village -el barrio bohemio de Nueva York-, con la orquesta del local.”
Y precisa, con estos detalles:
“Una noche estaba al piano y veo que entra Gardel. Venía con el uruguayo Hugo Mariani, que era el Director Musical de la National Broadcasting. Nunca lo había visto a Gardel, ni tampoco sus películas, pero lo reconocí en seguida. ¡¿Y quién no iba a reconocerlo?!
A Mariani sí lo trataba mucho. Pero cuando terminé de tocar y me invitaron a la mesa de ellos, me quedé muy sorprendido y emocionado. Mariani me lo presentó y después de decirse eso de que era uruguayo -que yo creo que lo hizo un poco para entrar en confianza-, Gardel me habló para que fuese su pianista en las dos películas que iba a filmar. Me explicó que Castellanos no podía trabajar, por ser argentino (no nacionalizado estadounidense. W.E.C.).”
Más adelante, al preguntársele respecto a la orquesta, agrega estos datos:
“Éramos 4 uruguayos: Navatta en el violoncello, Zito violinista, Guido en el bajo y yo. Creo que soy el único que queda ahora. Había 3 violines (los otros eran un argentino y un mexicano) y, además, un acordeón a piano que lo tocaba un ítalo americano, Joe Bibiano. Y nada más. Éramos 6 músicos en total, bajo la dirección del Maestro Argentino Téreg Tucci.”

LLAMADAS:
(1)
Luis Nicolás Sambucetti, célebre violinista y maestro de música montevideano, había nacido en 1860. A los quince años cautivó al público del Teatro Solís, actuó en el Teatro Nacional de Buenos Aires, perfeccionándose en composición y armonía con grandes músicos franceses (Léonard y Dubois).
Por sus obras obtuvo medalla de oro en Milán y amplios reconocimientos en el Plata. Difundió música operística, alcanzando fama por sus creaciones.
(2)
Catherine Mary Dunham, nació en 1910 en Nueva York. Bailarina, coreógrafa y antropóloga. Organizó un elenco pionero de danza afronorteamericana.


12.07.2009
***

PÁGINAS GARDELIANAS

PERFIL DE “EL ZORZAL” SEGÚN SU PIANISTA THEVENET
-II-
Escribe Walter Ernesto Celina


UBICACIÓN DEL TESTIMONIO

Aunque fue expuesta en la contribución anterior, tiene interés volver a instalar los puntos de referencia del testimonio que ha de glosarse.
Como consideración primera, la seriedad del oferente del relato. Se trata, nada menos, que del pianista que, en la etapa neoyorkina, acompañó a Carlos Gardel cuando se produjeran “El día que me quieras” y “Tango bar”, sus últimos filmes.

En efecto, Abraham Thevenet era una personalidad musical uruguaya en auge cuando “El Mago” arribara a la ciudad de los rascacielos.
Los presenta Hugo Mariani, distinguido compatriota, director orquestal de la National Broadcasting y amigo íntimo de Gardel.
Tras un diálogo sobre la pertenencia a Uruguay del artista con su músico, en el relato de este -registrado en el Diario “El Día”, de Montevideo, del 24 de junio de 1975-, quedan evidenciadas algunas facetas inherentes a la personalidad, hábitos y compañías que cultivara el rutilante animador del canto rioplatense de todos los tiempos.
He aquí algunas transcripciones significativas, que podrán compararse y complementarse con otras, por quienes traten de ubicar a Carlos Gardel en su mismísima historia.

CÓMO TRABAJABA

Preguntado Thevenet si Gardel trabajaba directamente con Térig Tucci y Alfredo Le Pera, ideando las canciones, contestaba:
“Sí, eso era digno de verse. Venía y le daba un papelito con la letra a Carlos, que la leía 3 o 4 veces y empezaba a silbar. Entonces llamaba a Tucci y le decía: “Escribímela así”. Él no escribía música, pero tenía una gran intuición. Y Tucci le transcribía exactamente lo que quería; todo en un ratito y en 3 0 4 papelitos... y ya, en seguida, hacían las partes para cada uno de nosotros y pasábamos a ensayar.”

En torno a si “El Zorzal” era muy exigente, el entrevistado expone:
“No, solamente que él no quería que nadie le diese la melodía.”
Sostiene de inmediato Thevenet lo que Gardel les repetía: “Muchachos, no me toquen la melodía ¡ por favor!”
Y explica: “Por eso los arreglos de Tucci son todos acordes sueltos, sin línea melódica. Nosotros lo vamos siguiendo a Carlos, apoyándolo; pero únicamente cuando él no canta hacemos fraseos melódicos.” Y subraya: “Él tenía una facilidad enorme; el siempre sabía lo que hacía.”
En cuanto a si se filmaba y grababa por separado, el pianista gardeliano establece que las operaciones se efectuaban en simultáneo: “Todas las tomas eran con acción y sonido a la vez. No había “playback” como ahora. Por eso Gardel gesticula mucho en esas películas, porque está cantando en ese momento. Se rodaban 4 o 5 versiones de cada tango o canción, para elegir después.”
A renglón seguido, revela el comportamiento del actor con sus músicos: “Nosotros ensayábamos con él en un set, mientras arreglaban los decorados del otro. Cuando estaba pronto se encendía una luz roja, pero Carlos no hacía caso y se quedaba conversando y haciendo bromas, porque sabía que nosotros ganábamos por hora. Así nos favorecía.”
Y remata: “¡Era muy buena persona!”

QUÉ HACÍA, CÓMO ERA

La conversación deviene sobre las ganancias obtenidas, el volumen de nuevas filmaciones y la posible asociación con la diva Jeannette Mc Donald.
Anota Thevenet que Gardel aprendía inglés, siendo consciente que iba escalando mayores alturas en aquel medio. Por eso “se cuidaba muchísimo, no salía de noche” y “fumaba muy poco”.
Sobre si bebía: “Sí, mate; que tomaba en mi casa.” Con este agregado: “...Desde que supo que siempre había yerba uruguaya -que me mandaba mi hermano desde Montevideo- Carlos venía muy a menudo. Era un fanático del amargo y de la yerba nuestra (en realidad brasileña, diferenciada de la misionera por compacta y no contener palitos de molienda. W.E.C.).”
Llegaba al apartamento del uruguayo en la Plaza de Sheridan Square acompañado de una mujer muy bella, Perla Greco. En dichas reuniones hablaban y tomaban el clásico mate rioplatense. Entre Gardel y la mujer pudo existir una relación sentimental. No así, con Rosita Moreno, a la que, aparentemente, sólo lo unía una gran amistad.

El vínculo con Tito Lusiardo y Enrique De Rosas habría sido más aparente que real. Con Le Pera, en cambio, eran “inseparables”, no obstante su carácter “bastante hosco”.
Retornando a la disciplina, como a las reacciones femeninas que “El Mago” suscitaba, Thevenet manifiesta que no asistía a los hipódromos, usando una expresión categórica: “Nunca”. Y añade que “llevaba una vida muy concentrada”.
Rememora el pianista que “las mujeres latinas lo perseguían”. Cuando la “première” de “El día que me quieras” se produjo “un gran tumulto provocado por unas portorriqueñas enloquecidas”. Sin embargo, el actor no gustaba de las “exteriorizaciones histéricas”.

FAMILIA, EDAD Y ALGO MÁS

En el reportaje hay momentos que aluden a la elegancia personal, sobriedad de trato y generosidad de Gardel, a los que se agregan dos fragmentos especiales.
Ambos han sido tratados controversialmente por biógrafos e investigadores.
A la pregunta “de qué hablaba Gardel”, Abraham Thevenet responde: “De todo, menos de su vida privada. En eso era muy misterioso. Si uno tocaba el tema de la familia o de algo particular, en seguida derivaba la conversación. Pero nunca le oí hablar mal de nadie, ni quejarse, ni enojarse por nada.”

Ante la interrogante “qué edad tendría en ese tiempo” surge esta contestación, de por sí sugerente: “Ah!, otro misterio. Sin maquillaje representaba entre 45 y 50 años. Tenía unas líneas detrás de los oídos, que me parecen eran marcas de cirugía estética, de una operación que le habían hecho en Francia. Pero se conservaba magníficamente.”
De ahí, el comentario se desliza a otro aspecto conexo tanto a la estética, como al estado físico: “Para adelgazar iba a un club de remeros y salía a remar por el Río Hudson. Pero no quería que nadie lo viese remando.”

martes, 21 de julio de 2009

PÁGINAS GARDELIANAS

EXALTACIÓN DE LO URUGUAYO
EN CARLOS GARDEL

Escribe Walter Ernesto Celina

La corriente de extracción nativista, cultivada en la Banda Oriental desde los albores de la Revolución Independentista y desarrollada con vigor en los tiempos en que el tango irrumpía en la escena como una potente forma musical, mereció la atención de Carlos Gardel.
A los fines de este registro periodístico, importan los hechos objetivos. De seguro, no faltarán las conclusiones que extraigan quienes investigan, paso a paso, la vida del intérprete que mayor altura ha alcanzado en el mundo de habla hispana, desde la década diez del siglo XX hasta nuestros días.

El Prof. Dr. Juan Carlos Patrón dejó testimonios incontrastables de la identificación de “El Mago” con aquel lenguaje poético de cuño popular y acento nativista, de lo que he venido dando cuenta.
Vuelvo a los aportes que dejara registrados el citado académico y dramaturgo compatriota.
Como se recordará, la música de “Insomnio” le reportó a Américo Chiriff 42 pesos iniciales, merced a la letra de José Alonso y Trelles (El Viejo Pancho), interpretada por “El Zorzal”.
Tras percibir el emolumento y abandonando la vieja sede de la Asociación General de Autores (AGADU) -en la calle Uruguay, casi Julio Herrera y Obes-, Américo Chiriff encaminó sus pasos hacia el corazón del Centro. Con su inseparable amigo, el Ñato Pedreira, recalaron en varios “puertos secos", al solo efecto de calmar la sed...
Iban rumbo al Teatro “Artigas” a saludar a Gloria Faluggi -oriunda del Barrio Goes-, quien actuaba con Carlos Morganti y una compañía escénica.
Refiere Patrón que, inesperadamente, al llegar se encuentran -nada menos- que con Carlos Gardel, quien ponía broche final en cada función.
El relato es imperdible:
“-¿Qué tenés de nuevo Chiriff, preguntó Gardel, después de los abrazos de reglamento?
-Nada Don Carlos. Ando mal... No sale nada bueno.
Pero Pedreira había descubierto que Chiriff tenía una canción compuesta, también sobre versos de “El Viejo Pancho”:
“Era memoria linda/ la memoria del viejo/ pa contar sucedidos/ de quien sabe qué tiempos...”
Y Juan Carlos Patrón, continúa:
“Apenas escuchó el tarareo, Carlitos se llevó de arrastro a Chiriff al camarín, le pidio una guitarra a Riverol y la puso en las manos de Chiriff, que lleno de vergüenza insistía:
-No vale la pena, Don Carlos...
Pero no tuvo más remedio de cantar.
-Cantala otra vez pidió Carlos, según relata Patrón, quien sigue:
Y exigió una tercera, una cuarta, hasta una sexta vez. Al fin, se dio por satisfecho... Llamó a un acomodador y le dijo:
-Llevame a estos dos náufragos a la última fila de platea y vigilalos que no se espianten antes que termine la función.
Sobreviene en el testimonio que brinda el catedrático un momento especialísimo:
...Cuando las luces de las candilejas iluminaron una sonrisa -“esa sonrisa tuya que nadie olvidará”- los dos goenses se despertaron totalmente y quedaron embelesados oyendo a Gardel.
La primera interpretación fue un vals:
“Tú eres la vida,/ la vida dulce/ llena de encantos y lucidez...”
Después Carlitos interpretó el primer tango que había cantado en público, estrenado por Manolita Poli en “Los dientes del perro”:
“Percanta que me amuraste/ en lo mejor de mi vida...”
Y para cerrar su actuación, Gardel sonriendo se puso de pie y dijo:
-Señoras y señores... Ahora tendré el gusto de cantarles un estreno. Unos hermosos versos de un gallego que tenía el corazón oriental, “el Viejo Pancho”, con música de otro oriental que se llama... Américo Chiriff!
Rememora Patrón:
"Cuando Gardel terminó de cantar “Misterio”, los dos goenses se abrazaron llorando. Mientras Carlitos señalaba con la mano estirada las sillas de ocupaban los dos amigos, los reflectores los iluminaban y el público los aplaudía de pie.”

En la circunstancia convergen sentimientos que anudan emociones, valoración estética y reconocimiento de la creación.
En Gardel habita lo uruguayo; lo uruguayo es inseparable en Gardel.
Su patria respira con el vigor de lo platense en estilos, vidalitas, cifras, gatos, zambas, cuecas, chacareras, tonadas, triunfos, milongas, para no hablar de sus tangos y canciones, más otras formas exteriores, cultivadas con vivacidad singular.
Cantor de excelencia para vastas comarcas, desde el cenit su voz une pueblos, sin distancias.



06.07.2009

sábado, 18 de julio de 2009

PÁGINAS GARDELIANAS

LA URUGUAYIDAD EN EL TRADICIONALISMO
DEL HAEDO PLATENSE
Escribe Walter Ernesto Celina

Los testimonios aportados por el Prof. Dr. Juan Carlos Patrón (1905-1979) sobre la vida artística montevideana, de los años 20 y siguientes del siglo pasado, constituyen un formidable documento de época.
En primer lugar, emanan de una autoridad intelectual de relevante valía. Integrante del foro desde los 23 años, ejerció la docencia universitaria, publicó obras sobre didáctica, fue electo decano de la Facultad de Derecho. Como dramaturgo incursionó con éxito en el teatro, puso el mojón inicial del cine sonoro nacional, mereciendo amplísima respetabilidad en los medios académicos y culturales.
Distinguido por la Asociación General de Autores del Uruguay (AGADU) por su aporte a la letrística gardeliana y otras obras, escribió relatos que pintan la inquieta vibración del mundo tanguero en torno al máximo cantor.

Letrista de “El Mago”, formó parte del entorno de músicos, cantores, payadores, compositores, críticos de prensa, etc., que alternaban con él en sus visitas a Uruguay.
Las anécdotas adquieren un inmenso valor. Documentan cómo lo uruguayo, venido de la raíz oriental -con fondo autóctono y esencia libertaria-, impregna el canto y da algunos perfiles psicológicos. Así, del drama del gaucho, sedentarizado y pobre, en medio de las extensiones territoriales.
Y, como sustrato de las historias cantadas, casi como una vertiente única, la identidad del artista con un ámbito que le resulta propio.

Oportunamente he transcripto los textos de “Murmullos” e “Insomnio”, de Juan Carlos Patrón con Froilán Aguilar y del “Viejo Pancho” (José Alonso y Trelles) y Américo Chiriff, respectivamente.
De la mano de Juan Carlos Patrón he de volver al ámbito del Café “Vaccaro” para rememorar otra faceta relacionada con “Insomnio”, versificación gauchesca que, con las notas aportadas por Chiriff, Gardel patentó en el disco.
Cuenta el ilustre universitario que “una tarde Américo Chiriff recibió -rigurosamente cerrada- una citación de la Asociación de Autores. Asustado, recurrió de inmediato a los buenos oficios del Ñato Pedreira, amigo de todos los amigos del Goes (referencia al café Vaccaro. WEC)”.
Y prosigue:
“El Ñato lo miró serio y le preguntó:
-Por unas de esas casualidades no afanaste la melodía de “Insomnio” y ahora te dan la cana?
-Te juro Ñato que me salió de adentro, confesó Chiriff, golpeándose el pecho. Para afanar todas las noches están los giles que creen que los partidos de casín (mesa de billar con tres bolas y cinco palos. WEC) son a ley de juego...
Y allá marcharon los dos hacia el viejo local de la Asociación de Autores, instalada entonces en Uruguay casi Julio Herrera y Obes. De rigurosa infantería...”
Relata, más adelante, otras sabrosas referencias. De este modo Chiriff se manifestó ante el funcionario de AGADU:
“-Quisiéramos saber a qué se debe esta provocativa citación...
Y el empleado, sin hacer caso del tono de la pregunta, sólo dijo:
-Tienen 42 pesos... Son los derechos de grabación de “Insomnio.”

Juan Carlos Patrón cuenta más.
Baste decir que se había plasmado una faceta de la asociación con el máximo artista del canto rioplatense. Los frutos del ingenio estaban evidenciándose.
Ambos amigos partirían, de inmediato, a celebrar un encuentro estelar con Carlos Gardel.
Sucedería en el legendario Teatro “Artigas”, de Andes esquina Colonia.


03.07.2009

jueves, 2 de julio de 2009

PÁGINAS GARDELIANAS - FUENTE MONTEVIDEANA

Escribe Walter Ernesto Celina

“Murmullos” partió desde el corazón del Barrio Goes, como un flechazo de inspiración, alcanzando las manos de Carlos Gardel en el céntrico Café “Tupí Nambá”.
El Prof. Dr. Juan Carlos Patrón, su letrista, era uno de los habitués del antiguo Café “Vaccaro”, un verdadero templo ciudadano.
El local, repleto de palabras, se estremecía de alegría bajo las campanas y chirridos de los tranvías ingleses que salían y anclaban en la estación. Ella, al final, terminó nominando la laboriosa barriada.
El sitio en que funcionó el mítico café formaba parte de la extensa chacra de Doña Dolores, a la que llamaban La Loca.
Hacia los albores de 1900, el italiano Jerónimo Vaccaro -apodado Yirumín-, adquiere una parcela circunscripta por las actuales avenida Gral. Flores -antes Camino Goes- y las calles Domingo Aramburu y José L. Terra. Habilita un comercio de almacén y bar. El despacho de bebidas permanecía abierto día y noche.
En 1906 los Vaccaro inauguran, por frente al establecimiento, un salón para proyecciones cinematográficas. Minutos antes de las exhibiciones, una chicharra eléctrica sonaba en el bar convocando a los parroquianos.
Famoso por comidas -como pucheros, perdices en escabeche y milanesas-, el humilde espacio inicial se transformó en un majestuoso edificio, con elementos en interiores y mobiliario del art déco.
Ministros, jueces, médicos, hombres de negocios, industriales, deportistas, poetas, músicos, artistas plásticos, choferes de los primeros autos de alquiler y personajes populares afines al espectáculo -caso del bailarín de cortes y quebradas Toto Mondutey- le daban a las mesas una fisonomía única y plural. Reinaban los aromáticos y humeantes pocillos de café moka y en bebidas se destacaba una predilección: el vermouth francés “Noilly Prat”.

Rúben Trelles, hijo de José Alonso y Trelles -"El Viejo Pancho”- sorbía día por día una copita de ginebra. El Dr. Juan Carlos Patrón releía escritos y lideraba conversaciones. En esa mezcla única de voces se alternan las de Carlos Brussa (fundador del teatro nacional), las Alberto Candeau y la de su homólogo Santiago Arrieta; las de Roberto Fugazot (Barrio Reo) y las de los payadores y compositores Américo Chiriff (autor gardeliano) y Juan Pedro López. Peppo, cantor impar, templa cuerdas e inspira a Néstor Feria. Mozos alegres, carnavaleros de alma, buscan la compañía de Carmelo Imperio.

Patrón, catedrático en la Universidad Pública, siguiendo la huella de Alonso y Trelles, escribió “Murmullos”, cantada por “El Zorzal”.
De las noches inolvidables del Vaccaro, la siguiente transcripción de su testimonio recuerda cómo se armó “Insomnio”, la espléndida página de acento campero, vocalizada por Gardel:
“...Todas las noches dos voluntarios, con el permiso del bondadoso Perucho Bórmida -administrador del Viejo Vaccaro-, armaban un escenario improvisado juntando dos mesas. Arriba de ellas se trepaban los cantore,s cuyos honorarios artísticos era el producto de una rifa a “real” (10 cts. de un peso antiguo. WEC) el número de una botella de vermouth barato, con el compromiso de aquel que la sacara la volvía a rifar otra vez. Hubo sábados que la botella se rifó 25 veces. A pedido del Dr. Rúben Trelles -parroquiano del café, en una rueda que también integraban los Dres. Julio César de Gregorio (Ministro de la Corte de Justicia. WEC) y Antonio Gistavo Fusco (Ministro del Interior)- Chiriff creó una hermosa melodía para unos versos de su padre, el Viejo Pancho: “Insomnio”. La recuerdan, ¿verdad?...”

“El Mago” le dio la tercera dimensión que sólo sus cualidades de intérprete de excelencia podían otorgarle a la página uruguaya. Estos son sus versos:

INSOMNIO
Letra : El Viejo Pancho (José Alonso y Trelles)
Música : Américo Chiriff

Es de noche, pasa rizongando el viento
que duebla los sauces cuasi contra el suelo.
En el fondo escuro de mi rancho viejo,
tirao sobre el catre que he hecho de tientos,
aguaito las horas que han de traerme el sueño.
Y las horas pasan y yo no me duermo,
ni duerme en la costa del bañao el tero,
que a ocasiones grita no sé qué lamento
que el chajá repite, dende allá, muy lejos...
¡Pucha que son largas las noches de invierno...!

A través del turbio cristal del ricuerdo
van mis años mozos pasando muy lentos,
y dispués, ¡qué gozo! si a vivirlos güelvo...
Pensando en los de áura, no sé lo que siento.
Noviyos sin guampas, yeguas sin cencerros,
potros que se doman a juerza ´e cabresto,
bretes que mataron los lujos camperos.
Gauchos que no saben de vincha y culero,
patrones que en auto van a los rodeos.
¡Pucha que son largas las noches de invierno...!

La puerta del rancho tiembla porque el perro
tirita contra eya de frío y de miedo...
Tuito es miedo afuera, tuito es frío adentro.
Y las horas pasan y yo no me duermo
y pa’ pior, en lo hondo de mis pensamientos
briyan encendidos dos ojos matreros,
que persigo al ñudo, pa’ quemarme en eyos...
Son los ojos brujos que olvidar no puedo
porque ya pa’ siempre me han robao la calma,
porque ya pa’ siempre me han robao el sueño.
¡Pucha que son largas las noches de invierno...!
***
waltercelina1@hotmail.com
30.06.2009