Escribe Walter Ernesto Celina
walter.celina@adinet.com.uy - 03 .06.2012
HORACIO ARTURO FERRER
La calificación que motiva el
título fue dada a Carlos Gardel y pertenece a Horacio Arturo Ferrer, connotado
compatriota, ciudadano emérito de la cultura tanguística.
La aseveración está contenida en
una página encontrada en el archivo del académico Aníbal Barrios Pintos, cuya
copia obra en mi poder.
Transcribiré fragmentos de la
misma, incorporando algunos elementos de contexto.
Horacio Arturo Ferrer (1933) ha
sido, en una primera fase, radialista y cronista del tango. Luego, se convirtió
en comentarista e historiador erudito de la disciplina. Cultivó(a) la poética
en la música popular de su preferencia, alcanzando logros resonantes. Cofundó
el Club de la Guardia Nueva , en
Montevideo, y dirigió Tangueando, revista especializada de la entidad. Merced a
una relación profunda con el maestro Ástor Piazzolla. encalló casi definitivamente
en Buenos Aires.
Sus vínculos han sido fluidos con
personajes señeros como Julio De Caro, Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese, Horacio
Salgán, Raúl Garello, Héctor Stamponi, Elvino Vardaro, para citar algunos.
De su autoría sobresalen Chiquilín de Bachín, Balada para un loco, Balada
para mi muerte, Juanito Laguna y
la operita María de Buenos Aires.
La ciudad hermana le ha dispensado
honores por su labor intelectual y por considerarlo un promotor excelso del
tango en América y Europa.
El material, algunas de cuyas
partes se transcriben, fue realizado por Ferrer para el diario “El País” montevideano, con motivo del
estreno en el ex Cine Central (de Plaza de Cagancha) del film “Carlos Gardel, historia de un ídolo”. La fotocopia encontrada en
el archivo ya citado, omite la fecha. Atendiendo la première de la película, podría ubicarse entre abril-mayo de 1964,
aunque no antes.
TRES FRAGMENTOS
Estos son algunos de los conceptos
que Horacio Arturo Ferrer vertía, analizando la trayectoria de El Mago, bajo el título Personalidades: Carlos Gardel”.
1.- “Hubo
quienes cantaron tangos antes que Carlos Gardel. Pepita Avellaneda, Dorita
Miramar y La Pamperito ,
fueron algunas de las voces femeninas
que en los últimos años del siglo XIX, entonaban en los recreos con escenario y
en los pequeños teatros del bajo porteño -como el Roma- los primitivos tangos
de corte cupletero.
En la misma época Ángel Villoldo, y
poco después de 1900, Arturo Mathon y el sanducero Alfredo Gobbi entre los
intérpretes masculinos, también fueron
cantores de tango, pero conforme a los cánones madrileños. Procedían éstos, a
su vez, del tango andaluz -de origen
gaditano- (de Cádiz - WEC) y fueron
adoptados por nuestros cantores a través de los modelos del género chico
español, promovido en los escenarios rioplatenses bajo las celebradas
representaciones de “La
Gran Vía ” (1886) y “La Verbena de la Paloma ” (1894). Por último, cabe añadir que
antes de Gardel también cantó Pascual
Contursi, dentro del estilo “milonguero” que
habría de trasuntarse, asimismo, en sus letras. Y, en fin, cuando Carlos Gardel
hacía sus primeras interpretaciones tanguistas en público, en los sainetes
criollos no pocos actores y actrices cantaban tangos.”
2.- “Carlos
Gardel abarcaba una extensión próxima a dos octavas. En sus comienzos como
tanguista (1915-1925), su voz se asimilaba al registro de tenor. Desde 1925, en
adelante, barítono, cada vez con mayor tendencia a bajo.
Musicalmente Gardel plasmó en el
plano vocal las bases del fraseo característico del tango. Interpretativamente,
a pesar de abordar con ductilidad, propiedad y soltura un variado repertorio de
situaciones -picarescas, trágicas, cómicas-, tuvo siempre marcada
inclinación por un cantar melancólico, y
muchas veces solemne. Como ocurre en todas las formas de expresión del tango.
Gravitaron en la cristalización de
su estilo, aunque luego desbordados por la ceñida síntesis que éste importó y
apenas dejaron señales en su personalísimo modo interpretativo, algunos rasgos
característicos de los cantantes italianos y resonancias propias del cantor “milonguero”.”
3.- “Esta
contribución hubiera sido suficiente para ubicar su nombre en una galería de
figuras en la cual, junto al suyo, revistarían con idénticos títulos, Pascual
Contursi -que introdujo con toda originalidad la letra argumentada-; Enrique
Santos Discépolo, que dio a la letra consistencia dramática, esto es, sostenes estructurales
propios de lo teatral; Pedro Maffia, quien plasmó los cánones tanguísticos de
la interpretación y las normas técnicas de la ejecución bandoneonística, para
citar algunos artistas de parejo valor creativo al de Carlos Gardel, entre los
de una selecta nómina.
Sin embargo a Gardel se le
discierne con toda justicia otro mérito, diverso del conferido a su labor
vocal, que establece un rasgo diferencial que lo distingue de aquellas otras
capitales siluetas nombradas: Carlos Gardel se constituyó en la figura más
representativa del tango. Y en este aspecto comienzan a gravitar facetas de su
personalidad, elementos como auxiliares de su perfil de cantor que concedieron a
su presencia y a su labor -en todo caso esos elementos fueron deslumbrantes pero
nunca “misteriosos”- esa rara
combinación de atractivos físicos y espirituales que predisponen favorablemente
a un auditorio, antes, y aún al margen, de la tarea específicamente profesional
de un intérprete.
Lo integral de su persona -el ser
iniciador de un género vocal; el ser creador de un estilo de efectiva calidad y
gran resonancia pública, sumados a la magnética espiritualidad de su conducta y
de su físico, auténticamente rioplatenses- hizo de Carlos Gardel el artista más
representativo del tango.”
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