jueves, 30 de julio de 2009

PÁGINAS GARDELIANAS

PERFIL DE “EL ZORZAL” SEGÚN SU PIANISTA THEVENET
-II-
Escribe Walter Ernesto Celina


UBICACIÓN DEL TESTIMONIO

Aunque fue expuesta en la contribución anterior, tiene interés volver a instalar los puntos de referencia del testimonio que ha de glosarse.
Como consideración primera, la seriedad del oferente del relato. Se trata, nada menos, que del pianista que, en la etapa neoyorkina, acompañó a Carlos Gardel cuando se produjeran “El día que me quieras” y “Tango bar”, sus últimos filmes.

En efecto, Abraham Thevenet era una personalidad musical uruguaya en auge cuando “El Mago” arribara a la ciudad de los rascacielos.
Los presenta Hugo Mariani, distinguido compatriota, director orquestal de la National Broadcasting y amigo íntimo de Gardel.
Tras un diálogo sobre la pertenencia a Uruguay del artista con su músico, en el relato de este -registrado en el Diario “El Día”, de Montevideo, del 24 de junio de 1975-, quedan evidenciadas algunas facetas inherentes a la personalidad, hábitos y compañías que cultivara el rutilante animador del canto rioplatense de todos los tiempos.
He aquí algunas transcripciones significativas, que podrán compararse y complementarse con otras, por quienes traten de ubicar a Carlos Gardel en su mismísima historia.

CÓMO TRABAJABA

Preguntado Thevenet si Gardel trabajaba directamente con Térig Tucci y Alfredo Le Pera, ideando las canciones, contestaba:
“Sí, eso era digno de verse. Venía y le daba un papelito con la letra a Carlos, que la leía 3 o 4 veces y empezaba a silbar. Entonces llamaba a Tucci y le decía: “Escribímela así”. Él no escribía música, pero tenía una gran intuición. Y Tucci le transcribía exactamente lo que quería; todo en un ratito y en 3 0 4 papelitos... y ya, en seguida, hacían las partes para cada uno de nosotros y pasábamos a ensayar.”

En torno a si “El Zorzal” era muy exigente, el entrevistado expone:
“No, solamente que él no quería que nadie le diese la melodía.”
Sostiene de inmediato Thevenet lo que Gardel les repetía: “Muchachos, no me toquen la melodía ¡ por favor!”
Y explica: “Por eso los arreglos de Tucci son todos acordes sueltos, sin línea melódica. Nosotros lo vamos siguiendo a Carlos, apoyándolo; pero únicamente cuando él no canta hacemos fraseos melódicos.” Y subraya: “Él tenía una facilidad enorme; el siempre sabía lo que hacía.”
En cuanto a si se filmaba y grababa por separado, el pianista gardeliano establece que las operaciones se efectuaban en simultáneo: “Todas las tomas eran con acción y sonido a la vez. No había “playback” como ahora. Por eso Gardel gesticula mucho en esas películas, porque está cantando en ese momento. Se rodaban 4 o 5 versiones de cada tango o canción, para elegir después.”
A renglón seguido, revela el comportamiento del actor con sus músicos: “Nosotros ensayábamos con él en un set, mientras arreglaban los decorados del otro. Cuando estaba pronto se encendía una luz roja, pero Carlos no hacía caso y se quedaba conversando y haciendo bromas, porque sabía que nosotros ganábamos por hora. Así nos favorecía.”
Y remata: “¡Era muy buena persona!”

QUÉ HACÍA, CÓMO ERA

La conversación deviene sobre las ganancias obtenidas, el volumen de nuevas filmaciones y la posible asociación con la diva Jeannette Mc Donald.
Anota Thevenet que Gardel aprendía inglés, siendo consciente que iba escalando mayores alturas en aquel medio. Por eso “se cuidaba muchísimo, no salía de noche” y “fumaba muy poco”.
Sobre si bebía: “Sí, mate; que tomaba en mi casa.” Con este agregado: “...Desde que supo que siempre había yerba uruguaya -que me mandaba mi hermano desde Montevideo- Carlos venía muy a menudo. Era un fanático del amargo y de la yerba nuestra (en realidad brasileña, diferenciada de la misionera por compacta y no contener palitos de molienda. W.E.C.).”
Llegaba al apartamento del uruguayo en la Plaza de Sheridan Square acompañado de una mujer muy bella, Perla Greco. En dichas reuniones hablaban y tomaban el clásico mate rioplatense. Entre Gardel y la mujer pudo existir una relación sentimental. No así, con Rosita Moreno, a la que, aparentemente, sólo lo unía una gran amistad.

El vínculo con Tito Lusiardo y Enrique De Rosas habría sido más aparente que real. Con Le Pera, en cambio, eran “inseparables”, no obstante su carácter “bastante hosco”.
Retornando a la disciplina, como a las reacciones femeninas que “El Mago” suscitaba, Thevenet manifiesta que no asistía a los hipódromos, usando una expresión categórica: “Nunca”. Y añade que “llevaba una vida muy concentrada”.
Rememora el pianista que “las mujeres latinas lo perseguían”. Cuando la “première” de “El día que me quieras” se produjo “un gran tumulto provocado por unas portorriqueñas enloquecidas”. Sin embargo, el actor no gustaba de las “exteriorizaciones histéricas”.

FAMILIA, EDAD Y ALGO MÁS

En el reportaje hay momentos que aluden a la elegancia personal, sobriedad de trato y generosidad de Gardel, a los que se agregan dos fragmentos especiales.
Ambos han sido tratados controversialmente por biógrafos e investigadores.
A la pregunta “de qué hablaba Gardel”, Abraham Thevenet responde: “De todo, menos de su vida privada. En eso era muy misterioso. Si uno tocaba el tema de la familia o de algo particular, en seguida derivaba la conversación. Pero nunca le oí hablar mal de nadie, ni quejarse, ni enojarse por nada.”

Ante la interrogante “qué edad tendría en ese tiempo” surge esta contestación, de por sí sugerente: “Ah!, otro misterio. Sin maquillaje representaba entre 45 y 50 años. Tenía unas líneas detrás de los oídos, que me parecen eran marcas de cirugía estética, de una operación que le habían hecho en Francia. Pero se conservaba magníficamente.”
De ahí, el comentario se desliza a otro aspecto conexo tanto a la estética, como al estado físico: “Para adelgazar iba a un club de remeros y salía a remar por el Río Hudson. Pero no quería que nadie lo viese remando.”

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