EL CHALET DE MASQUIO
Escribe Walter Ernesto Celina
08.04.2013
Hace unos años, en un gesto muy enaltecedor, la Junta
Departamental de Montevideo tributó un homenaje público a distinguidas figuras
de la danza argentina que difundieran el tango por diversas partes del mundo.
El Teatro Solís, de modo manifiesto, acoge a elencos e intérpretes
artísticos de la nación hermana, que nos honran con sus presentaciones.
Embajadas de Uruguay arriban a Buenos Aires y cumplen
presentaciones en provincias, acercando expresiones culturales que coadyuvan
grandemente a la consolidación del sentimiento de hermandad de nuestros países.
Nuestros gobernantes pueden estar más cerca o más lejos, unos de
otros; por períodos el comercio podrá ser más fluido o estancarse, en función
de las asimetrías relativas a dos estados de organización y proporciones bien
distintas. No obstante, nadie reniega en
cuanto admitir la importancia de la cooperación. Para esto, la diplomacia y la
política, como caras de una misma moneda, tienen mucho para hacer.
En punto al tango, esa credencial identificatoria de nuestros pueblos,
surgen estupendas convergencias. También apartamientos, menos importantes.
En la indulgente sonrisa de Carlos Gardel hay un algo que invita a
sostener las emociones de la vida, esas tan puras y simples que están
vivenciadas y prendidas con la memoria y los afectos más perdurables.
No en vano en las orillas del Plata el tango ha sido declarado
patrimonio común de la humanidad. Es un fantástico fenómeno musical, amasado desde la raíz honda de los pueblos
originarios, con la fisonomía de los hombres y mujeres de todos los rincones
lugareños.
Este patrimonio en lo que tiene de inmaterial debe ser tutelado,
preservado, defendido y enriquecido. Ya no es nuestro, por cuanto tenemos el
deber de transmitirlo. Existe, concomitantemente, una materialidad de la
historia, que deja rastros; elementos, objetos, bienes tangibles, que como
expresión de lo antes construido, debe
cuidarse por su alto valor referencial y simbólico.
Del período gardeliano Montevideo conserva una propiedad
emblemática en el Barrio Malvín, en la intersección de la calle Rimac con la
rambla O’Higgins. Se trata del chalet Villa
Yeruá, que perteneciera a Don Francisco Maschio, famoso entrenador
hípico. Nacido en la provincia de Entre Ríos, en Puerto Yeruá, comenzó su
oficio en Uruguay, en el Hipódromo de
Maroñas. Su stud de la calle Olleros, en Palermo, Buenos Aires, gozó de
enorme fama. El 5 de noviembre de 1933
en dicho establecimiento cantó, por vez última en Argentina, Carlos
Gardel.
Lunático, el pura sangre que corría el uruguayo Ireneo Leguisamo para su
amigo Gardel, pertenecía al establo de Maschio.
El entrenador argentino -en la vecindad escogida por Carlos Gardel
para radicarse a su retiro en Montevideo con su madre adoptiva-, poseía su
sitio de descanso: la finca Villa Yeruá,
nombre con que el entrerriano evocaba su lugar de origen.
La elegante construcción se unía a la tradición de “los ranchos” costeros, también
frecuentados por Gardel y sus amigos en celebraciones amistosas de las que
participaban artistas, futbolistas y turfistas.
Desafiando los años el chalet se encuentra en pie y, como el que
construyera Gardel -restaurado y confiado a un fin social-, éste espera su
pronto rescate y recuperación.
La Intendencia Municipal de Montevideo y la Junta Departamental
son entidades idóneas para instrumentar las medidas que se precisarían.
Es posible establecer, asimismo, un proyecto
de gestión del bien con otros organismos oficiales y/o privados. Sin embargo,
lo primero es atraer la propiedad al dominio público, en función de su carácter
histórico-patrimonial. Ello evitaría cualquier alteración en su estado actual o,
su destrucción y pérdida.
La reivindicación no tiene más bandera que la
cultural. Precisa sea diligenciada por quienes tienen atribuciones para hacerlo
y respaldada, desde todos los puntos y formas posibles.
El llamado es para sumar voces y esfuerzos,
con máxima urgencia.-
1 comentario:
BUEN MATERIAL!!
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