walter.celina@adinet.com.uy – 17.06.2011
Del trágico hecho han de cumplirse 76 años.
No se conoce en la historia de los grandes artistas de cuño popular una figura que haya logrado trascender su tiempo del modo en que lo hace este cantante, siempre vivo y cautivante en el imaginario colectivo.
Al evocarse por estos días su liderazgo, como un creador incomparable de la tanguística rioplatense, su voz y estilo agitan los espacios musicales.
Tras esa presencia, familiar para las viejas generaciones y asombrosa para los jóvenes melómanos, vuelve a levantarse la leyenda.
¿Un accidente motivado en qué?
¿En irregularidades topográficas del aeródromo, en ráfagas cordilleranas, en la sobrecarga de los materiales transportados, en un acto de imprudencia motivado por rivalidades de empresas y pilotos, en un conflicto acaecido entre la tripulación?
De todo esto y más se han trazado conjeturas. Hasta que El Zorzal pudo salir vivo de entre los hierros candentes.
Ricardo Ostuni, investigador argentino de reconocida solvencia, en su trabajo Repatriación de Gardel (Ediciones “Club de Tango” – Bs. As. 1995) expone al respecto una documentación amplia, que permite tener una idea bastante completa de las circunstancias que rodearon el conmocionante episodio.
El informe técnico oficial admite las deficiencias terreno del aeródromo “Olaya Herrera” (Medellín), así como la ocurrencia súbita de corrientes de aire breves, en horas de la tarde. Aquel 24 de junio esta manifestación aerológica se habría producido 10 segundos antes del choque del avión en que despegaba Carlos Gardel, con otro próximo que aguardaba turno con los motores encendidos.
En 1984 el uruguayo Horacio Arturo Ferrer entrevistó al único periodista presente en el evento, Don Horacio Henao Gaviria: “el choque de los aviones fue como una bomba atómica. Se oscureció el aeropuerto…”
Terencio Espaini, investigador colombiano y, a la vez, observador meteorológico y despachante de aeronaves, confirma la rivalidad nacionalista entre la empresa colombiana SACO, creada por el piloto Ernesto Samper Mendoza, opuesta a la alemana SCADTA -primera en las Américas y segunda en el mundo-, que “respondía a los planes expansivos del nazismo”.Samper Mendoza pudo haber intentado un vuelo de aproximación a la nave de la empresa germana, respondiendo a uno rasante que el 20 de junio anterior había recibido de la compañía extranjera. La maniobra riesgosa se habría tornado fatal al sobrevenir un viento inesperado.
José María Aguilar, uno de los sobrevivientes, relató: “Al chocar nadie se movió. Se ha dicho que Carlitos gritó y golpeó en el vidrio. La verdad es que un ala del trimotor con que habíamos chocado se introdujo en el F-31 en el que viajábamos y descabezó a algunos de sus ocupantes. Pudo establecerse más tarde que a Carlitos Gardel le había cortado ambas piernas y que había recibido otras heridas mortales, de manera que su sufrimiento no debió ser prolongado.”
En la modesta máquina, que alzaba vuelo con los desafíos de aquel puñado de sembradores de tangos, iban Carlos Gardel, Alfredo Le Pera, Celedonio Palacios, Alfonso Azaff, Guillermo D. Barbieri, Ángel D. Riverol, José Corpas Moreno, José María Aguilar, José Plaja, Henry Swartz y la tripulación integrada por Ernesto Samper Mendoza, Grant Yetman Flynn y Willys B. Foster Stuart.
Del fuego y las cenizas, como el Ave Fénix, nacía otro Carlos Gardel. Tan nuestro como el de sus canciones: el de una historia final y una leyenda resistente.-